miércoles, mayo 21, 2025
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El burro Pellegrino, cuyo padre ni siquiera creía en él

Parma y sus argentinos. Muchos jugadores del país del actual campeón del mundo han dejado huella en Parma. Actualmente lo hace Mateo Pellegrino, un jugador con una trayectoria bastante inusual.

Néstor Sensini, Hernán Crespo o Juan Sebastián Verón. Muchos argentinos han deleitado a los aficionados al fútbol en Parma. Ahora lo hace Mateo Pellegrino. El delantero de 24 años llegó en febrero procedente del Vélez Sarsfield por solo dos millones de euros y firmó hasta 2029. Tras unas semanas, ya se puede afirmar que el fichaje ha valido la pena. Pellegrino ya ha marcado tres goles en nueve partidos: un doblete en el 2-2 contra el Torino y, recientemente, el gol de la victoria por 1-0 contra la Juventus.

Mateo lleva el fútbol en la sangre, ya que su padre, Mauricio Pellegrino, fue un exitoso futbolista profesional. El ahora jugador de 53 años jugó en el Barcelona y el Liverpool. Sin embargo, su mejor época la vivió en el Valencia CF, con el que ganó dos ligas (2001/02 y 2003/04) y perdió dos finales de la Liga de Campeones, entre otras, la de 2001 contra el Bayern de Múnich (4-5 en los penaltis).

Pocas oportunidades con su padre

Pellegrino junior siguió los pasos de su padre y jugó en las categorías inferiores del Vélez como defensa, aunque en el lateral izquierdo y no como central. Con el paso de los años, sin embargo, se fue adelantando cada vez más hasta llegar a la delantera. Durante mucho tiempo, sin embargo, no logró salir de la sombra de su omnipresente padre, y menos aún cuando dio el salto al primer equipo del Vélez Sarsfield, donde apenas tuvo oportunidades bajo la batuta de su padre como entrenador.

Bajo las órdenes de Pellegrino padre, el jugador de 24 años apenas tuvo minutos y se conformó con ser suplente. En el vestuario, además, le pusieron el apodo de «El Burro» (el burro). Sin embargo, Pellegrino no tiene mucho en común con un burro testarudo, sino que buscó suerte en otro lugar. Se fue cedido, primero al Estudiantes de La Plata y luego al Atlético Platense de Buenos Aires.

El gran salto en Buenos Aires

En el Atlético, su estrella brilló de repente: con 15 goles, contribuyó de manera decisiva a que el club terminara la temporada en décima posición, la mejor clasificación del Platense en los últimos 27 años. No tardó en ganarse un nuevo apodo. Debido a su físico y estilo de juego similares a los de Martín Palermo, lo llamaron «Mini Palermo».

Endurecido y templado por el fútbol argentino, finalmente decidió dar el salto al otro lado del Atlántico y fichó por el Parma. Al principio tuvo que aclimatarse a la Serie A y se quedó en el banquillo, hasta que marcó dos goles contra el Torino. A continuación, siguió jugando como revulsivo, hasta que finalmente fue titular en tres partidos consecutivos.

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