Sin opciones en su carrera en casa: Carlos Sainz explica por qué Williams nunca encontró el ritmo en Barcelona y por qué Canadá vuelve a dar motivos para la esperanza
Carlos Sainz vivió un fin de semana para olvidar en su carrera en casa, en Barcelona. El piloto de Williams ya se quedó rezagado en la clasificación, no por culpa propia, sino por una serie de circunstancias desafortunadas, como explicó más tarde.
«Simplemente tuvimos mala suerte en la segunda vuelta de la Q1», dijo Sainz. «El problema de Franco en boxes nos hizo perder el ritmo en la vuelta de salida y en la vuelta rápida. Tuve que adelantar a cinco o seis coches, había mucho aire sucio, lo que probablemente también hizo que se calentaran los neumáticos».
Al final, terminó en la 18.ª posición de la parrilla, a solo una décima y media de la séptima posición en la Q1. Una típica lotería de la Q1, en la que cada pequeño detalle cuenta. «Todas esas pequeñas cosas que pueden salir mal en la Q1 nos han pasado hoy. Ha sido un escenario desafortunado», afirmó Sainz. «Y eso que el coche tenía un tacto mucho mejor».
Problema básico: pérdida de aerodinámica en las curvas
Además de la mala clasificación, en Barcelona volvió a quedar patente el problema estructural del monoplaza Williams: pierde mucho agarre en las curvas largas. Un patrón que Sainz aborda abiertamente en su análisis e identifica como la principal debilidad.
«En cuanto se aplican fuerzas combinadas al coche, es decir, al girar y frenar al mismo tiempo, se pierde la carga aerodinámica», explica. «Por eso nos gustan las rectas largas y las curvas cortas. Cuanto más larga es la curva, más tiempo pasa el coche en una situación con poca carga aerodinámica».
El resultado: Williams solo funciona en determinados circuitos. Barcelona no es uno de ellos: demasiado técnico, con demasiadas curvas largas y muy poco alivio para el coche. Aunque el equipo ya ha mejorado el problema con respecto al año pasado, «sigue siendo nuestra mayor debilidad».
Carrera destrozada desde el principio por el caos y los daños
La carrera en sí terminó prácticamente a los pocos metros para Sainz. En la salida se vio envuelto en un caos en el que varios coches se tocaron. «Creo que hubo un accidente delante de mí, intentamos esquivarlo y acabamos tocándonos», explica. Dañó el alerón delantero y tuvo que entrar pronto en boxes para cambiarlo.
Pero eso no fue todo: a continuación, el español luchó durante toda la carrera contra el sobrecalentamiento del motor, especialmente cuando circulaba cerca de otros coches. «Cada vez que nos acercábamos a otro coche a menos de dos segundos, teníamos que controlar la temperatura del motor», explica Sainz. «Las pocas vueltas que pude dar con aire limpio, el ritmo fue bueno, pero ya era demasiado tarde».
Una larga parada en boxes y la gestión permanente de la temperatura impidieron cualquier remontada. «Fue uno de esos días en los que nada funciona», resume Sainz con desilusión. En tierra de nadie, sin posibilidades reales de sumar puntos.
Mirando hacia adelante: esperanza en Canadá
A pesar de la frustración, el piloto de Williams se mantiene optimista. «Espero que en Canadá volvamos a la Q3 y a los puntos», afirma. El circuito Gilles Villeneuve se adapta mucho mejor al Williams: curvas cortas, rectas largas, menos carga lateral.
De cara a las próximas carreras, Sainz solo espera fines de semana tan difíciles como estos en Zandvoort y Catar. El resto de circuitos deberían sentarle mejor al FW46. Al mismo tiempo, insta al equipo a abordar el problema de fondo: «Tenemos que entender por qué nuestro coche es tan débil en este tipo de circuitos y asegurarnos de que el año que viene no haya tanta diferencia de rendimiento entre los circuitos buenos y los malos».
El objetivo está claro: la consistencia al nivel de McLaren. Porque, según Sainz, «McLaren es fuerte en Barcelona, pero tampoco es realmente débil en otros circuitos. Ahí es donde tenemos que llegar».






