El camino hacia la Fórmula 1 es un acto de equilibrio entre la dedicación familiar y la férrea voluntad del piloto: Gabriel Bortoleto se mudó solo a Europa cuando era niño
Gabriel Bortoleto es un ejemplo paradigmático de los sacrificios que debe hacer un joven piloto de automovilismo para hacer realidad su sueño de llegar a la Fórmula 1. Su historia, desde sus inicios en el karting en Sao Paulo hasta su traslado a Europa a los once años, demuestra que el talento por sí solo no es suficiente. El camino hacia la cima es un acto de equilibrio entre la dedicación familiar y la férrea voluntad del piloto.
Bortoleto debe su pasión por las carreras a su familia. Su padre, que provenía de una familia humilde y no tenía dinero para competir, era un apasionado fanático de Ayrton Senna. Incluso llegó a trabajar en el Gran Premio de Sao Paulo para «ayudar a los ricos a bajar de los helicópteros».
El impulso inicial vino de su abuela. Lo sentaba en un muro y le hacía analizar durante horas los coches que pasaban por la calle, y él tenía que decir el nombre del coche y el tipo de motor. Esta temprana influencia y el amor de su madre por el deporte reforzaron su pasión.
La Fórmula 1 siempre fue el objetivo
Su padre creó un negocio de éxito porque sabía que necesitaría dinero para financiar la carrera de Bortoleto. No dependía de patrocinadores, ya que era muy difícil encontrarlos en Brasil, y trabajó muy duro para poder pagar las carreras.
Para el joven Bortoleto, este esfuerzo familiar se convirtió en una motivación profundamente arraigada: «Tenía muy claro que la razón por la que mi padre trabajaba tanto y no pasaba mucho tiempo con la familia durante mi infancia era porque mi hermano y yo competíamos en carreras». La Fórmula 1 se convirtió en su objetivo y su deber, según cuenta en el podcast F1 Beyond the Grid: «Es lo mínimo que puedo conseguir para compensarle por todo lo que ha hecho por nosotros».
Con solo seis años, Bortoleto comenzó a practicar karting en Aldeia da Serra, en Sao Paulo. A los once años dio el gran paso en solitario: mudarse a Europa.
Solo en Europa
Esta temprana despedida fue muy dura emocionalmente. Bortoleto se mudó a Desenzano, cerca del circuito de Lonato, solo con su entrenador brasileño Francesco. «Fue duro en el sentido de que estaba lejos de mi familia». Él, que estaba acostumbrado a dormir todas las noches en casa con sus padres y su hermano y a pasar todo el día con ellos, de repente no los veía durante tres o cuatro meses.
Pero su concentración era más fuerte que la nostalgia: «Mi sueño de llegar a la Fórmula 1 era tan grande y estaba tan convencido de lo que quería que nunca me di cuenta realmente». Nunca pensó en volver a casa. Las llamadas diarias por FaceTime con su familia le ayudaron mucho.
Apenas tenía tiempo para ir al colegio
Francesco y su mujer, que llegó más tarde, se convirtieron en una especie de segundos padres que lo educaron según sus principios. Seguían un enfoque similar al de sus padres, ya que eran sinceros y Francesco tenía un hijo que competía en carreras de stock cars.
Cuando se le pregunta por su educación, Bortoleto responde riendo: « Bueno, esa es una pregunta que no se le debe hacer a un piloto de carreras». Asistió a la escuela en Brasil hasta los once años y luego se pasó a la educación a distancia en línea en Europa.
Admite abiertamente que la escuela en línea no era ideal antes de la COVID y que no aprendió mucho. Aunque terminó la escuela gracias a programas para deportistas, afirma: «Viajaba mucho. Aprendí muchos idiomas diferentes». Habla italiano, portugués e inglés con fluidez y entiende perfectamente el español, aunque le cuesta hablarlo.
Su historia es la mejor prueba de que el camino hacia la cima en el automovilismo profesional es una universidad de la vida, en la que el mono de carreras tiene prioridad sobre el uniforme escolar.




