El fin de semana, la superestrella de la NBA Nikola Jokic se mostró como pocas veces se le ve: con lágrimas, vítores y champán en una carrera de caballos en su Serbia natal.
Es una imagen que los aficionados al baloncesto apenas conocen: Nikola Jokic, que suele considerarse una superestrella estoica, está de pie al borde de un hipódromo, con el rostro escondido entre las manos, llorando. Pero eso es precisamente lo que ocurrió en la tradicional carrera de caballos de Duzijanac, en Subotica (Serbia), cuando su trotón «Demon Dell’Est» dejó atrás a sus rivales en la recta final.
Cuando se confirmó la victoria, Jokic no pudo contenerse: saltó la valla, corrió hacia el jinete y el caballo y dejó fluir sus emociones. En la ceremonia de entrega de premios, levantó al jinete en volandas, roció con champán a su equipo, incluido el caballo, y se empapó a sí mismo. En la NBA, la superestrella de los Denver Nuggets rara vez se había visto tan exultante.
Más que un hobby: su amor por los caballos
Quien se pregunte por qué Jokic reacciona con más emoción en una carrera de caballos que tras ganar el campeonato de la NBA, debe conocer su historia. Desde su infancia, el serbio siente un profundo amor por los caballos y, en particular, por las carreras de trotones.
Su padre, Branislav Jokic, regenta una pequeña granja de caballos cerca de Sombor. Allí pasó muchas horas Jokic, mucho antes de que el baloncesto se convirtiera en su profesión. «Siempre decía: «Papá, quiero ser jinete»», reveló Branislav en una entrevista tras el título de la NBA en 2023. La respuesta: «Primero sé baloncestista, luego jinete». Hoy es ambas cosas.




